Pasaje central
Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra. Se anticiparon mis ojos a la vigilia de la noche, Para meditar en tus mandatos (Salmo 119:147-148).
Cuando un niñito empieza a caminar, su inexperiencia y debilidad le hacen tropezar con frecuencia. Pero no debe seguir así por toda la vida. Se espera que con un crecimiento normal aprenda a mantener el equilibrio y a caminar con paso firme. Lo mismo espera Dios de sus hijos en la fe. Y por esto nos exhorta en 2 Pedro 3:18 a crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Para crecer espiritualmente, hay tres disciplinas que debes practicar durante toda la vida. Estas disciplinas tienen que ver con tu cita diaria con Dios, con tu comunión fraternal cristiana y con tu testimonio al mundo.
1) Tu cita diaria con Dios
Esto quiere decir que debes formarte el hábito de apartar tiempo cada día para leer la Biblia y orar. Dios te habla a ti por medio de su Palabra, y tú le hablas a Él por medio de la oración (Lucas18:1).
Es preferible que acudas a esta cita temprano en la mañana. Hay dos razones para escoger tal hora. La primera es que después de una noche de descanso, tu mente está despejada y puedes captar mejor el sentido de lo que lees. Y la segunda es que de esta manera le das a Dios la oportunidad de dirigir tu día desde el comienzo. Por lo tanto, debes hacer tuyo el propósito expresado en los siguientes pasajes (Salmos 5:3, 143:8, Marcos 1:35).
También es preferible que celebres tu cita con Dios, en algún lugar donde puedes estar lo más aislado posible de otras personas. El Salvador dijo: “Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto” (Mateo 6:6). Esa fue su propia costumbre. Cuando se le multiplicaba el trabajo, leemos en Lucas 5:16 que “se apartaba a lugares desiertos, y oraba”.
¿Cuánto tiempo debes dedicar cada día a tu cita con Dios? Esto puede variar según las circunstancias, pero sugerimos que para comenzar te fijes una meta mínima de quince minutos. Podrías gastar diez minutos en la lectura y meditación de una porción bíblica y cinco minutos para orar. Si así empiezas y eres fiel, lo más probable es que muy pronto tú mismo querrás prolongar este precioso tiempo de comunión con el Señor.
¿Cómo debes proceder? es recomendable que empieces con una breve oración. Dale gracias a Dios por el nuevo día que te ha dado y pídele que al leer su Palabra te de un mensaje muy personal. Siempre es prudente contar con un plan sistemático de lectura, siempre lee despacio y procura entender, cuando encuentres un versículo que te llame especialmente la atención, detente para aplicarlo a tu propia vida. La idea no es ver cuántos capítulos puedes leer en la semana, sino buscar cada día alimento espiritual. Como dice Mateo 4:4 “no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Después de haber leído, termina con una oración. En tu oración es bueno que consideres las siguientes cinco cosas:
a) Empieza con adoración a Dios, adoramos cuando reconocemos su poder, su santidad, su justicia, su señorío, su omnisciencia y cada uno de sus atributos divinos.
b) Luego confiesa tus pecados, cada día es necesario ponerte a cuentas con Dios y confesarle cada falta cometida, por “pequeña” que creas que sea.
c) Sé agradecido, por la vida, la comida, la ropa, y cada una de las bendiciones que Dios te dé.
d) Intercede, por cada uno de tus hermanos en la fe, siempre es bueno orar no sólo por uno mismo, sino también por los demás creyentes de la iglesia.
e) Por último, pide a Dios por cada una de tus necesidades personales.
2) Tu comunión fraternal cristiana
Esto quiere decir que debes congregarte fielmente con la Iglesia, a fin de que crezcas y te fortalezcas en tu fe; así como para cultivar el compañerismo personal de tus hermanos en la fe. La vida cristiana no puede vivirse bien en aislamiento (Hechos 2:42-47, 1 Corintios 10:32).
Somos una familia, “la familia de Dios” (Efesios 2:19), y necesitamos la protección, el estímulo, el buen ejemplo y la instrucción que sólo se reciben en el seno del círculo familiar (Ef. 4:11-16). Así es que debes tomar muy en serio las palabras de
“Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;
no dejando de congregarnos,
como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos;
y tanto más, cuanto véis que aquel día de acerca”.
Hebreos 10:24-25
3) Tu testimonio al mundo
Como cristiano, de hecho ya eres un testigo, porque la gente te está observando. Lo que Dios espera es que seas un testigo fiel. Esto requiere que testifiques con tu vida. Tu conducta debe revelar que ahora mismo Cristo vive en ti (Gálatas 2:20). Pero también debes testificar con tu palabra.
A semejanza del hombre de Lucas 8:39, debes hablar de las grandes cosas que el Señor Jesús ha hecho en tu vida. Y cuando se te presente esta oportunidad, debes estar preparado para hacer una presentación bíblica del evangelio, como hizo Felipe en Hechos 8:35. Lo mismo que dijo Cristo a Pablo te lo dice también a ti : “No temas, sino habla, y no calles, porque yo estoy contigo...” (Hechos18:9-10).
Te recomendamos que en este momento pienses en por lo menos una persona a la que te gustaría compartirle el evangelio de Cristo, empieza a orar por ella todos los días y pide al Señor que pronto te dé la oportunidad para compartir con ella el mensaje de salvación.
Practicando fielmente estas tres disciplinas, vas a crecer espiritualmente. Y el resultado será una doble victoria. Por una parte, triunfarás más frecuentemente en tus íntimas luchas con la tentación. Y por otra, serás usado por Dios en la conquista de almas nuevas para su Reino.
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