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Los dones espirituales

21 Sep 10 - 12:36

 

 

El inicio de la obra del Espíritu Santo en la iglesia

 

(Los dones espirituales)

 

 

 

Al querer hablar de los dones espirituales, se “corre el riesgo” de afectar las creencias de muchos (prácticamente todos) creyentes carismáticos, ya que para ellos, en la actualidad ha habido un “resurgimiento” de aquellos dones experimentados por la iglesia apostólica; sin embargo, al realizar un análisis exhaustivo de la Biblia, encontraremos que los dones, tal como se encontraron en el pasado, no son ya aplicables en nuestra actualidad. El problema surge del hecho de no estudiar toda la Biblia, sino sólo de tomar “algunos pasajes útiles” para apoyar ciertas enseñanzas; por esta razón, como un complemento al estudio del capítulo 12 de 1 Corintios, realizaremos un análisis de cuatro capítulos del libro de los Hechos (2, 8, 10 y 19), que serán de mucha ayuda para entender de qué manera y con qué propósitos, el Espíritu Santo se manifestó de manera diferente entre los nuevos creyentes de la iglesia primitiva.

 

 

 

Antes de entrar de lleno al tema, empezaremos diciendo que en el mayor de los casos (porque, aunque pocas, existen algunas iglesias pentecostales conservadoras), la experiencia es el fundamento sobre el que está edificado gran parte del sistema de creencias carismático. La experiencia es también la autoridad que los carismáticos citan más frecuentemente para validar sus enseñanzas. El libro de Hechos, un diario de experiencias de los apóstoles, es a donde generalmente se vuelven en busca de apoyo bíblico para lo que creen; pero es necesario precisar que el libro de Hechos:

 

 

 

1)    Es una narración histórica, en contraste con las epístolas, que son didácticas.

 

 

 

2)    Es una crónica de las primeras experiencias de la iglesia; las epístolas contienen instrucción para los creyentes desde el principio hasta el fin de la edad de la Iglesia.

 

 

 

3)    Es un registro de acontecimientos en el período apostólico, pero no significa que cada evento o fenómeno registrado allí es normativo para toda edad eclesiástica.

 

 

 

 

 

4)    Registra solamente los primeros días de la era de la iglesia y muestra a dicha iglesia en transición del antiguo pacto al nuevo. El pacto antiguo se desvanece y el pacto nuevo entra en toda su plenitud.

 

 

 

5)    Contiene eventos excepcionales, pero cada uno con un propósito específico, siempre asociados con el ministerio de los apóstoles y su frecuencia puede ser vista disminuyendo dramáticamente, del principio del libro al fin.

 

 

 

Los puntos anteriores son de relevancia absoluta, ya que los carismáticos anhelan las experiencias descritas en Hechos y consideran que los eventos extraordinarios de la iglesia primitiva son un sello actual de la obra del Espíritu Santo que debe ser esperada rutinariamente por los cristianos de todos los tiempos, es decir, toman ese libro como normativo, sin considerar plenamente todo el contexto de las epístolas.

 

 

 

I. LA DOCTRINA ERRÓNEA DE LA SUBSECUENCIA

 

 

 

Hechos 2:4 es la piedra de toque carismática, que contiene lo que muchos carismáticos consideran como la verdad central del Nuevo Testamento: “...y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. La mayoría de los carismáticos creen que este versículo enseña que el cristiano recibe el Espíritu Santo en forma limitada y que por ello deben procurar el bautismo en el Espíritu para moverse a “un nivel superior” de vida espiritual y que esa experiencia va acompañada por hablar en lenguas y resulta en una nueva motivación y poder espiritual.

 

 

 

 

 

A lo anterior se le conoce como la doctrina de la subsecuencia (primero la salvación, después el bautismo del Espíritu).

 

 

 

No obstante lo anterior, 1 Corintios 12:13 nos dice lo siguiente “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” lo cual indica un evento común para TODOS y no menciona evidencia como las lenguas y tampoco exhorta aquí – y en ningún otro lugar – a procurar el bautismo del Espíritu.

 

 

 

Los creyentes en Hechos 2, sencillamente esperaron en ferviente oración el cumplimiento de la promesa del Señor (Hechos 1:4, 14). En los capítulos 8, 10 ó 19 no se menciona ninguna búsqueda, por lo que podemos afirmar que todo creyente es:

 

 

 

1)    Nacido del Espíritu Santo (Juan 3:5),

 

2)    Bautizado con el Espíritu (1 Corintios 12:13),

 

3)    Habitado por el Espíritu Santo (1 Corintios 6:19) y

 

4)    Sellado por el Espíritu Santo (Efesios 1: 13-14).

 

 

 

Las cuatro acciones referidas acontecen simultáneamente en la conversión. Cada persona que se convierte es bautizada en el cuerpo de Cristo por el Espíritu Santo y eso ocurre solamente una vez en la vida del creyente.

 

 

 

Sin duda, el error de la doctrina carismática de la subsecuencia radica precisamente en el hecho de creer que al recibir “El bautismo del Espíritu Santo”, se entra a un nivel superior de espiritualidad, sin ningún esfuerzo ni participación del creyente; pero Pablo escribió en Romanos 12:2 “…transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…” sin embargo, muchos carismáticos creen que uno puede renovar su mente y adquirir santidad sin esfuerzo consciente. La santificación, creen ellos, puede venirle a uno de inmediato por medio de una experiencia.

 

 

 

Desde el principio, el movimiento carismático ha florecido porque promete un atajo a la madurez espiritual. Una de las grandes atracciones de ese movimiento ha sido siempre que ofrece a los creyentes poder, entendimiento y espiritualidad en forma inmediata, mediante una experiencia, sin el tiempo, sin los dolores y las luchas que son parte natural de cualquier proceso de crecimiento (Efesios 6:12, 1 Pedro 4:12-13).

 

 

 

Pero, ¿realmente hay un atajo a la santificación? ¿Puede un creyente ser llevado instantáneamente de la infancia espiritual, a la madurez espiritual? No, según la Escritura.

 

 

 

Para el carismático típico, la entrada a la espiritualidad es a través de la experiencia, generalmente hablando en lenguas. El término realmente usado por ellos es: “tocado”. Describe exactamente la manera en que la mayoría de los carismáticos consideran la santificación; es decir, que una vez que uno recibe el “bautismo del Espíritu”, la espiritualidad es suya. Desafortunadamente no funciona de esa manera. Cuando el brillo de una experiencia se desvanece, están obligados a buscar otra y luego otra. Ellos encuentran que una segunda obra de gracia no es bastante; necesitan una tercera, una cuarta, una quinta, etc.

 

 

 

En su esfuerzo por buscar algo más, los carismáticos a menudo abandonan la Biblia y el verdadero sendero de la espiritualidad sin proponérselo, para andar errabundos por el camino de la experiencia hasta su inevitable callejón sin salida.

 

 

 

Los carismáticos cuya única fuerza se deriva de la experiencia última o más alta, de hecho, es más probable que sean débiles e inmaduros espirituales.

 

 

 

Ser “espiritual” significa sencillamente poseer el Espíritu Santo, como lo indica claramente Romanos 8:6-9, donde incluso dice que: “... si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). Sin embargo, aunque todos los cristianos son espirituales por su posición en Cristo, no siempre son espirituales en su práctica. Es decir, no siempre actuamos espiritualmente. Por esa razón Pablo escribió acerca de los niños espirituales en 1 Corintios 3:1-3.

 

 

 

Una marca básica de la verdadera espiritualidad es una profunda conciencia del pecado (Lucas 5:8, Isaías 6:5), la gente espiritual comprende que está en una lucha a muerte con el pecado. Pablo dijo que él moría diariamente (1 Corintios 15:31).

 

 

 

La trampa en que muchos creyentes caen, es la de creer que su experiencia carismática resuelve la lucha con la carne. No es así, no importa qué clase de experiencia piensen que han tenido, no importa cuán a menudo hablen en lenguas; todavía enfrentan el mismo desafío que tienen los cristianos: la necesidad de andar en el Espíritu en obediencia a la Palabra y morir al yo y al pecado cada día. 

 

 

 

 

 

Para empeorar la dificultad, cuando los carismáticos tropiezan, es improbable que reconozcan su responsabilidad por el fracaso. Culparán a los poderes demoníacos (argumentando poseer (¿?) el espíritu del adulterio, del enojo o la ira, de la envidia, etc.) en vez de volver a examinar su teología de la santificación.

 

 

 

El asunto es que la espiritualidad no es un estado permanente al que se entra en el momento en que uno es “tocado” con alguna clase de experiencia espiritual. Espiritualidad es simplemente recibir en nuestro corazón la Palabra de Dios todos los días y luego vivir en obediencia a ella a través de un andar en el Espíritu momento a momento (Gálatas 5:16, 25). El objetivo final de la espiritualidad es ser como Cristo (1 Corintios 1:11, Gálatas 2:20, Efesios 4:13, Filipenses 1:21).

 

 

 

II. UN ANÁLISIS DE HECHOS 2, 8, 10 Y 19

 

 

 

De los capítulos que estudiaremos, sólo el 2 y 8 indican que los creyentes sí reciben el Espíritu después de la salvación. En el 10 y 19 los creyentes fueron bautizados en el Espíritu en el momento de creer.

 

 

 

¿Y qué de las lenguas? Los creyentes hablaron en lenguas en Hechos 2, 10 y 19, pero no hay registro de lenguas en el capítulo 8. Si las lenguas debieran ser la experiencia normal, ¿por qué no se mencionan en Hechos 8 cuando los samaritanos recibieron el Espíritu Santo? ¿Por qué el texto en Hechos 2 al 4 no dice que todos los que creyeron después del sermón de Pedro (más de 5000 Hechos 4:4) y recibieron el Espíritu Santo (Hechos 2:38) también hablaron en leguas?

 

 

 

1) Hechos 2: 1-4

 

 

 

Juan 20:21-22 dice: “...habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo...”, pero esto no indica que en ese momento los apóstoles recibieron el Espíritu Santo, simplemente dice: “Recibid el Espíritu Santo” ¿Qué quería decir Jesús? La declaración era un voto o promesa que sería cumplida el día de Pentecostés. Declaraciones posteriores en Juan 20 parecen confirmar que los discípulos no recibieron el Espíritu allí en el aposento alto. Ocho días después Jesús vino a ellos donde estaban escondidos, llenos de temor, en un cuarto cerrado (Juan 20:26).

 

 

 

 

 

En Hechos 1:4, justo antes de su ascensión, Jesús reunió a los discípulos y les dijo que no se fueran de Jerusalén sino que esperaran la promesa del Padre, la promesa del Padre parece referirse a Juan 14:16, era una promesa que el Espíritu Santo vendría.

 

 

 

De nuevo en Hechos 1:8 notamos que la promesa todavía estaba sin cumplir. Si el Espíritu hubiera venido sobre ellos en Juan 20, el poder ya estaría allí y no habría nada por qué esperar. Notemos que Juan 7:39 declara explícitamente que el Espíritu no vendría hasta que Jesús hubiera sido glorificado, y que él no podía ser glorificado hasta que hubiera ascendido, también es conveniente ver Juan 16:7

 

 

 

Cuando el Espíritu Santo vino en pentecostés, fue establecido un nuevo orden, desde entonces el Espíritu Santo viene a cada creyente en el momento de la fe, y habita en él en una relación permanente y residente. Por eso Romanos 8:9 enseña que todos los cristianos han sido bautizados por el Espíritu en el cuerpo de Cristo, y en otro lugar dice que a todos se nos ha dado a beber de un solo Espíritu (1 Corintios 12:13).

 

 

 

John F. MacArthur[1] cita a John R. Stott, quien sobre lo referido en el párrafo anterior dijo que:

 

 

 

Los 3000 no parecen haber experimentado el mismo fenómeno milagroso (el viento fuerte y violento, las lenguas de fuego, o hablar en lenguas extranjeras)....no obstante había esta diferencia entre ellos: los 120 ya eran regenerados y recibieron el bautismo del Espíritu sólo después  de esperar en Dios por diez días. Los 3,000 por su parte eran incrédulos y recibieron el perdón de sus pecados y el don del Espíritu simultáneamente, y sucedió inmediatamente que se arrepintieron y creyeron, sin necesidad de esperar.

 

 

 

Esta diferencia entre los dos grupos, los 120 y los 3,000 es de gran importancia, porque la norma para hoy seguramente debe ser el segundo grupo, los 3,000, y no (como a menudo se supone) el primero.

 

 

 

El hecho de que la experiencia de los 120 fuera en dos etapas distintas se debió simplemente a circunstancias históricas...Nosotros vivimos después del acontecimiento de Pentecostés, como los 3,000. Con nosotros, por eso, como con ellos, el perdón de los pecados y el “don” o “bautismo” el Espíritu se reciben juntos (Baptism and Fulness “Bautismo y plenitud” (Downers Grove, III.: InterVarsity, 1976) pág. 28-29).

 

 

 

En Hechos 2 también encontramos que sólo los 120 hablaron en otras lenguas, por medio de las cuales comunicaron las obras maravillosas de Dios a todos los extranjeros reunidos en Jerusalén.

 

 

Dichas lenguas[2] tuvieron un propósito definido:

 

 

 

¨        Ser una señal de juicio sobre el Israel incrédulo (1 Corintios 1:22, 14:21),

 

¨        Mostrar la inclusión de otros grupos en una Iglesia, y

 

¨        Confirmar la autoridad espiritual de los apóstoles.

 

 

 

El acontecimiento registrado en Hechos 2, fue un prodigio singular. Este fue el primero y último pentecostés para la iglesia. Dios quería que todos supieran que algo inusitado estaba sucediendo y por eso hubo un sonido como de un viento recio. Hubo lenguas repartidas como de fuego sobre cada uno de los discípulos, y hablaron en otras lenguas.

 

 

 

Dios quería que todos los que recibieron ese bautismo inicial supieran que eran parte de un acontecimiento único y dramático. Dios quería que los peregrinos que estaban en Jerusalén, de diferentes países y regiones circundantes, escucharan el mensaje en sus propios dialectos (Hechos 2:7-12).

 

 

 

Podemos terminar diciendo que “hablar en otras lenguas” simplemente significa que ellos hablaban en un lenguaje diferente del que estaban acostumbrados a hablar, su lengua materna. Esto está bien claro, pues los judíos que estaban en Jerusalén habían venido de por lo menos 16 regiones diferentes y cada uno oyó que estos hombres, hablaban en la lengua peculiar de su tierra. El don de lenguas en Hechos 2, por tanto, fue nada más que la habilidad de hablar en una lengua que no habían aprendido. Judíos de varios países estaban presentes y todos oyeron enseñanzas inteligentes. Nada de lenguaje inarticulado que ninguno entendía, simplemente su propia idioma.

 

 

 

2) Hechos 8: 4-17

 

 

 

Otro acontecimiento importante para nuestro tema en estudio es el hecho de que los samaritanos que habían creído al evangelio, habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús, pero todavía no habían recibido el Espíritu Santo.

 

 

 

La razón para el intervalo entre la salvación de los samaritanos y su recepción del Espíritu Santo es que ellos estaban viviendo en un período de transición entre los pactos.

 

 

 

El odio entre los judíos y los samaritanos[3] era bien conocido. Si esos samaritanos hubieran recibido el Espíritu Santo en el momento de la salvación, la división terrible entre los judíos y los samaritanos pudiera haber continuado en la iglesia cristiana. Pentecostés hubiera sido un acontecimiento judío, y la iglesia hubiera sido formada exclusivamente por judíos creyentes en Cristo.

 

 

 

Si los samaritanos hubieran empezado su propio grupo cristiano, las rivalidades antiguas y los odios podrían haberse perpetuado, con una iglesia judía compitiendo contra asambleas samaritanas y gentiles. En lugar de eso, Dios retuvo la dación del Espíritu Santo a los samaritanos hasta que los apóstoles judíos pudieran estar con ellos. Todos necesitaban ver, en una manera que nadie pudiera rebatir, que el propósito de Dios bajo el Nuevo Pacto trascendía a la nación de Israel e incluía hasta a samaritanos en una iglesia.

 

 

 

Podemos resumir lo anterior, diciendo que:

 

 

 

a)     Era importante que los samaritanos entendieran el poder y autoridad de los apóstoles.

 

 

 

b)    Era importante que los judíos conocieran que los samaritanos eran parte del cuerpo de Cristo, y

 

 

 

c)     Era importante que los samaritanos supieran que los apóstoles judíos eran los canales de verdad divina.

 

 

 

De manera adicional, es importante analizar Hechos 8:16 donde nos dice que “…porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos…”, donde la palabra griega para “aún no” es OUDEPO (oudepw). El término no solamente significa algo que “no ha sucedido” sino algo “que debiera haber sucedido” pero aún no.

 

 

 

 

 

 

 

En otras palabras, el versículo dice que los samaritanos eran salvos, pero por alguna razón especial, lo que debiera haber sucedido –la venida del Espíritu Santo- no había ocurrido todavía.

 

 

 

Y así, aunque hubo un intervalo entre la recepción de Cristo por los samaritanos y su recepción del Espíritu Santo, se debió a la crucial transición que estaba sucediendo en la iglesia primitiva.

 

 

 

La brecha permitió a todos ver claramente que Dios estaba haciendo una nueva cosa en la iglesia. Probó a los apóstoles y a todos los otros creyentes judíos que fueron testigos, que los samaritanos eran aceptados por Dios en la iglesia, lo mismo que los creyentes judíos. Tenían al mismo Cristo, la misma salvación, la misma aceptación por Dios, y el mismo Espíritu Santo; y estaban bajo la misma autoridad apostólica. Este evento sirvió como una lección audiovisual para toda la iglesia de que la pared intermedia de separación ciertamente había sido derribada (Efesios 2:14-15).

 

 

 

Es interesante que en Hechos 8 no hay mención de lenguas o del sonido del viento.

 

 

 

3) Hechos 10:44-48

 

 

 

Un tercer pasaje a menudo citado como apoyo para la doctrina pentecostal y carismática de la subsecuencia es Hechos 10, que registra la salvación y la recepción del Espíritu Santo por Cornelio y otros gentiles en Cesarea de Filipo. El evangelio ciertamente estaba ahora alcanzando “hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

 

 

 

Si había una hendedura entre los samaritanos y los judíos, se había desarrollado un abismo prácticamente insalvable entre gentiles y judíos, por ejemplo:

 

 

 

a)     Cuando un judío regresaba de viaje por un país gentil, se sacudía el polvo de sus pies y sus ropas porque no quería arrastrar suciedad gentil a Judea.

 

b)    Un judío no podía entrar en la casa de un gentil y no comía alimentos cocinados por manos gentiles.

 

c)     Algunos judíos ni siquiera compraban carne cortada por un carnicero gentil.

 

 

 

 

 

No obstante, el Señor le dio a Pedro una visión que le enseñó que Dios no hace diferencia entre personas. Justo después de que Pedro tuvo la visión, tres hombres vinieron a la casa donde él se estaba hospedando y le explicaron que ellos habían sido enviados por Cornelio, quien quería ver a Pedro y aprender más acerca de Dios. Recordando la visión que acababa de experimentar, Pedro se tragó su prejuicio judío y consintió en acompañar a los gentiles de regreso a Cesarea, donde vivía Cornelio. Una vez allí, Pedro presentó el evangelio. Cornelio y el resto de la gente presente creyeron.

 

 

 

Pedro y los otros judíos que lo habían acompañado al hogar de Cornelio estaban atónitos  “porque el don del Espíritu Santo fue derramado también sobre los gentiles” (Hechos 10:45-46). Pedro concluyó, “¿Acaso puede alguno negar el agua, para que sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo, igual que nosotros” (Hechos 10:47).

 

 

 

Dos cosas son dignas de notar aquí en relación con la doctrina carismática. Una, es que no hubo un intervalo entre la fe de Cornelio en Cristo y su recepción del Espíritu Santo. En segundo lugar, Pedro y los judíos que estaban con él estaban todos atónitos. ¿Por qué? Porque oyeron que los gentiles hablaban en lenguas y glorificaban a Dios. Aunque las lenguas eran primeramente una señal de juicio para el incrédulo Israel (1 Corintios 14:21-22), Dios repitió aquí el fenómeno como una manera de demostrar a los creyentes judíos que el Espíritu Santo había venido a los gentiles tal como lo había hecho con ellos.

 

 

 

Aquí estaba pasando lo mismo que en Samaria. Este era el tiempo de transición. Si no hubiera evidencia visible del Espíritu Santo, Pedro y los otros no se hubieran convencido tan rápidamente de que los gentiles eran ahora una parte del cuerpo de Cristo. Como sí hubo, los creyentes judíos vieron una demostración irrefutable de que esos gentiles estaban en Cristo. Pedro inmediatamente concluyó que ellos debían ser bautizados (Hechos 10:47). Obviamente Pedro estaba equiparando recibir el Espíritu Santo con la salvación. Los gentiles habían recibido el mismo Espíritu Santo que había venido a los judíos. Pedro sabía más allá de duda que ellos eran salvos y que debían ser bautizados.

 

 

 

Estos eventos estaban sucediendo por razones específicas en este período de transición histórica. Los gentiles recibieron el Espíritu Santo al tiempo de la conversión. Hablaron en lenguas, como prueba a todos de que ellos eran ahora parte de la iglesia (Gálatas 3:28, Efesios 2:14-18).

 

 

 

 

 

Al mismo tiempo, los gentiles podían reconocer la autoridad apostólica porque Pedro había estado con ellos y los había guiado a Cristo. Y más importante: ambos grupos sabían que tenían el mismo Espíritu Santo y eran parte del mismo cuerpo.

 

 

 

4) Hechos 19: 1-7

 

 

 

Hechos 19 sigue mostrando a la iglesia en transición. Aquí tampoco hay subsecuencia, ningún intervalo entre la salvación y el bautismo en el Espíritu. A algunos carismáticos les gustaría alegar que esa gente había sido creyente en Cristo antes del encuentro registrado aquí, pero un estudio del texto muestra claramente que no lo eran.

 

 

 

Los discípulos de Efeso no eran cristianos. Eran creyentes en el sentido del Antiguo Testamento. La suma de su conocimiento espiritual se detenía en Juan el Bautista, y de alguna manera, no estaban familiarizados con el ministerio de Cristo.

 

 

 

Notemos que aquellos doce discípulos de Efeso, una vez que escucharon acerca de Jesús, creyeron y fueron bautizados en su nombre. Cuando Pablo les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar (v.5-6).

 
Obviamente, esos discípulos no estaban buscando el Espíritu Santo ni las lenguas. Pablo inició la conversación acerca del Espíritu Santo. Ellos no habían escuchado de ninguno de los fenómenos asociados con la venida del Espíritu. La mayoría de las traducciones de Hechos 19:2, no captan completamente las implicaciones de la respuesta de los creyentes efesios a la pregunta de Pablo. En esencia ellos dijeron: “Ni siquiera habíamos oído que el Espíritu Santo había sido dado” (v.2). Es probable que ellos supieran del Espíritu Santo. Si ellos eran seguidores del bautismo de Juan lo habrían escuchado hablar del Espíritu (Lucas 3:16). Pero ellos no habían oído si el Espíritu Santo había sido dado o no. ¿Por qué? Porque todavía no habían escuchado nada acerca de Jesucristo.
 
Tan pronto como Pablo escuchó su respuesta, él empezó a indagar. En seguida se dio cuenta de que ellos eran discípulos, no de Jesucristo, sino de Juan el Bautista. Eran gente en transición, remanentes de los santos del Antiguo Testamento, todavía pendientes, todavía buscando a su Mesías, veinte años después de que Juan el bautista había muerto.
 
La siguiente acción de Pablo era muy predecible. En efecto él dijo: “Vosotros debéis ser elogiados. Os arrepentisteis como Juan enseñó, pero ahora debéis dar el siguiente paso: creed en el que vino después de Juan: Jesucristo”.
 
Nótese que después de que Pablo comprendió quiénes eran esos discípulos, él habló de Jesucristo, no del Espíritu Santo. Pablo sabía que todo lo que ellos tenían era el bautismo de Juan. Si hubieran confesado fe en Cristo y hubieran sido bautizados, hubieran tenido el Espíritu Santo. Pablo implicó eso cuando preguntó: “Bueno, si no habéis recibido el Espíritu, ¿Qué clase de bautismo habéis tenido?”. Pablo sabía que recibir el Espíritu al momento de creer en Cristo era el patrón normal para la iglesia después de Pentecostés.
 
El Espíritu es un don de Dios para todo creyente. Eso se enseña una y otra vez en las epístolas del NuevoTestamento. Sin embargo, en ninguna parte comprueban la carismática de una segunda obra de gracia que es procurada por el creyente y hecha evidente por hablar en lenguas.
 
A propósito, Pablo tuvo su propia experiencia, registrada para nosotros en Hechos. El conoció al Señor Jesucristo en el camino a Damasco, e inmediatamente fue cambiado, de un asesino de cristianos, a un siervo del Señor.
 
Pablo estuvo ciego por tres días, después de los cuales vino Ananías a él y le impuso las manos para que pudiera recibir la vista y fuera “lleno del Espíritu Santo” (Hechos 9:17). Curiósamente, Hechos 9 no menciona que Pablo hablara en lenguas en esa ocasión. Sin embargo, más tarde él dijo a los corintios que el hablaba en lenguas más que todos ellos (1 Corintios 14:18).
 
CONCLUSIÓN
 
No cabe duda, el Espíritu Santo es dado por Dios a toda persona que recibe a Cristo por fe, y éste, permanece por siempre en el cotazón del creyente, de tal manera, que no es bíblico enseñar o creer que un creyente debe anhelar que el Espíritu Santo venga a él, puesto que ya lo tiene, si es que de verdad a hecho confesión de fe.
 


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